El modelo fractal de la creación

El modelo fractal de la creación

Siempre me han fascinados los patrones: en los números, en las ramas de los árboles, en las personas que se repetían en distintas etapas de mi vida. Mucho después descubrí el nombre de esa estructura que intuía desde siempre: fractal. Un fractal es una forma que se repite a distintas escalas. Es igual de bella cuando la miras de lejos o de cerca. Así es como empecé a ver el mundo: como una red de patrones que se reflejan unos en otros.

Con el tiempo, esa intuición se volvió herramienta. Durante más de treinta años me dediqué a la informática: analicé sistemas, programé, modelé datos, diseñé estructuras reutilizables. Aprendí a descomponer lo complejo, a identificar patrones, diferencias y elementos comunes. A generalizar y construir soluciones que pudieran adaptarse y escalar.

Tengo una capacidad natural para llevar ideas de un área a otra, incluso cuando parecen no tener relación. Con los años me fui dando cuenta de algo más profundo: todo funciona igual. Debajo de las apariencias, hay un solo modelo, una lógica común que conecta lo matemático, lo humano, lo espiritual y lo natural. Lo que comenzó como una sensibilidad visual y lógica se transformó en una comprensión integradora: una visión fractal de la creación.

Hashem “derivó”, nosotros “integramos”

Según mi entendimiento, Hashem creó el mundo derivando. Como en el cálculo, fragmentó la unidad: separó, dividió, descompuso. Así nacieron los mundos, los niveles, los seres, los detalles. Pero la fragmentación es solo aparente. Hay un punto ciego que no vemos y que, paradójicamente, lo une todo. Nuestra misión, como seres humanos, es la contraria: integrar. Volver a tejer lo que fue dispersado. No para borrar la diversidad, sino para reconocer su raíz común. Cada ser humano es una derivada única de la misma fuente infinita. Y cada uno tiene la tarea de reconstruir su camino hacia el Uno. No desde la uniformidad, sino desde la conciencia.

Cada sistema tiene un punto ciego

En mi modelo, cada subsistema —ya sea una persona, una célula, una familia o una idea— tiene dos partes que interactúan. Y entre ellas hay un punto ciego. Ese punto ciego no es un error: es un portal creativo. Es donde no vemos, donde no entendemos… y por eso mismo, donde podemos crear algo nuevo. Las enfermedades, los conflictos, los bloqueos… muchas veces se originan en ese punto ciego. No se trata de eliminarlo, sino de integrarlo. De entender que su función es invitar a la relación con otro, con lo distinto, con Hashem.

Una red infinita de relaciones

Cada interacción entre dos subsistemas genera un nuevo sistema. Y ese nuevo sistema también tiene su punto ciego. Así se forma una red fractal: relaciones dentro de relaciones, dentro de relaciones. Como las letras hebreas: primero las unidades (1 al 9), luego las decenas (10 al 90), luego las centenas (100 al 900), y así en adelante. Cada escala contiene la anterior y da lugar a la siguiente. Este modelo no es solo una idea teórica. Es una forma de ver la vida. Me ha servido para entender mis relaciones, mis errores, mis dolores… y también mi misión.

¿Para qué sirve este modelo?

  • Para entender el crecimiento personal como una integración progresiva de fragmentos internos.
  • Para analizar los conflictos desde sus puntos ciegos y transformarlos en oportunidades de relación.
  • Para mirar las enfermedades, las emociones y las crisis no como fallas, sino como llamados a conectar.
  • Para aplicar en la educación, en los negocios, en el arte, en la ciencia, en la medicina… porque todo lo que está vivo tiene estructura fractal.

Un modelo, muchos lenguajes

En los próximos artículos voy a explicar este modelo en distintos lenguajes:

  • En matemáticas: con derivadas, integrales, logaritmos y geometría fractal.
  • En espiritualidad: a través de la Kabalá, el Árbol de la Vida y las sefirot.
  • En arte: mediante el estilo que llamé Unipresionismo.
  • En medios de pago: con la idea de kapará, un sistema transaccional del alma.

Pero hoy quería contarte su esencia. Porque si entendemos que todo está conectado, podemos dejar de luchar para tener la razón y empezar a buscar cómo integrarnos mejor. A nosotros mismos, a los demás, a Hashem.